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15 Jan
15Jan

Y entonces llegó la hora. Levanto la pistola y apunto directamente a su cabeza. Veo en su cara el terror pero sé que bajo ella se esconde una sonrisa. Afronta la muerte sin derramar una lágrima y eso me molesta. Lentamente acciono el gatillo saboreando sus últimas palpitaciones. El fragor y una cortina de humo anuncian el final. Su cuerpo se desploma a mis pies, inerte, mientras su sangre corre por la madera hasta mis botas. 

Entonces desde la oscuridad, alguien grita “¡Corte!”. Las luces se encienden. El cadáver se pone en pie de un salto, sacude su ropa y estrecha mi mano. “Excelente actuación” me confiesa y tras palmear mi espalda, se marcha del escenario. El resto del elenco me halagaron con aplausos impetuosos. Devuelvo a cada uno una sonrisa y una reverencia. 

Miro el arma otra vez. 

Alguien había saboteado mi venganza.

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