¡Ah Darío! Sos geométricamente hermoso, pero tengo miedo de que seas demasiado rectángulo para mi. Ya sabes que en este plano cartesiano de vida soy tan ordenada y no soporto las mentes cuadradas. Pero vos sos como la abscisa y es entonces cuando pienso que podríamos hallar juntos el punto de intersección de nuestro amor.
Cuando te veo desde una perspectiva axonométrica en el patio con tus amiguitos, todos muy paralelogramos a pesar de tener veinticuatro años, y vos muy rombo. Veo como dibujas una circunferencia con tu mirada hasta terminar en donde estoy yo. Esa mirada tangente siempre termina en mi seno o en mi coseno. Ah Darío, se que hay algo entre nosotros que no es la geometría. Vos tenés la hipotenusa y yo los catetos ¿Por qué no unimos nuestros vértices y armamos un triángulo? Esos ojos prismáticos rozan mi corazón hiperboloide.
Y yo acá, algebraicamente incalculable en el despacho de la rectora. A veces pienso que somos tan divergentes cuando doña Elvira me dice “Pará un poco Marta que es un pibe” Ese pelo en forma de trapecio que tiene me molesta, porque no entiende nada de los radianes que hay entre nosotros. ¡Ay Elvira, pero que cara de ortoedro tenés cuando te enojás! Si ya está en cuarto de ingeniería. “No Marta” me dice “no me preocupa su edad, me preocupa la tuya”. Bah, es un binomio fácil de resolver.
No me importa nada, Elvira. Y vos Darío no deberías preocuparte. Estamos equidistantes. Soy la generatriz y vos vas a girar a mi alrededor, porque juró aplazarse eternamente hasta que sepas lo que siento.