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16 Jun
16Jun

Y me siento caer, como la hoja que es arrancada ferozmente del árbol y arrojada al suelo por el viento. Pero el vendaval no hace más que comenzar, pues aún resta sentir tu pisada despreciativa, implacable como la furia de la peor de las tormentas.

A lo largo de estos años comprendí que tenés un don: El don de transformar lágrimas de alegría en dolor, de abrir heridas que no sabía que existían, y de destruir en segundos aquello que llevó eones en levantar. ¿Podría haberte descrito mejor? No, claro que no, porque soy un retratista y mi don es el arte. Tengo los ojos entrenados para ver la vida en una amplia gama de colores que lentamente menguó a la monocromía. He pensado cada trazo que hacen al hombre que soy en el lecho de mi existencia, y me reprochas no ser suficiente. Me pregunto aún ¿qué será suficiente para vos?.

De pie frente a tu puerta una vez más, escuchándote decir aquellas palabras que no quiero oír. Eran cálidas tus mentiras y adoraba oírlas, porque generaban en mí la falsa ilusión de que solo era una tormenta temporal, sin embargo, ahora siento la tempestad sobre mi cabeza que me arrastra hacia las profundidades del mar, en aquella vasta oscuridad de lo olvidado.

Elegís aquellas palabras que más me dañan, dulces y ponzoñosas, cargadas de una ironía devastadora. Deseo que ese mismo veneno me mate al instante, pero la muerte no vendrá con una frase, ahora me vuelvo aún más miserable. ¿Aún hay algo de mí que pueda hacerte feliz? Que idiota soy aun buscando tu felicidad, cuando desterraste la mía. Llevo tu maldición bajo mi piel.

Antes de soltarme por última vez, levantas aquella pintura en grises que hice con tu bonito rostro blanco como la tiza. No conocía la cara oculta de la luna, pero pinté mi visión de vos con sinceridad. ¡Una visión tan inocente! Luego lo tirás con fuerza. El marco del bastidor me rompe el tabique, pero más roto ya está mi corazón de modo que le resto importancia; y finalmente éste queda recostado en la sucia vereda, donde los transeúntes disfrutan de un show que nadie más que vos supo darles.

¿Sos feliz ahora? Yo no. Pero hay algo singular en este momento. Acá mismo es donde encuentro un nuevo matiz.

Sobre el lienzo se esparce una mancha carmesí. Exactamente sobre tu falsa y radiante sonrisa. Luego otra gota cae sobre esa ceja fina y perfecta de tu rostro. Toco mi propia cara y mis dedos húmedos me permiten ver que estoy sangrando. Ese olor metálico me recuerda que la sangre tiene el hierro que le falta a mi voluntad.

Por primera vez en la vida, veo que la verdadera pintura está dentro de mí. Este era el color que me faltaba y que solo pude encontrarlo al conocerte. Gracias por darme este dolor, querida.

¿Me dejarías retratarte una vez más?Esta vez te aseguro que te gustará. Esta visión monocromática que me diste me permite ver las cosas como son en realidad. Soy joven y puedo dedicar años a cada retrato tuyo, o al menos hasta que mi tintero se seque. Solo déjame intentarlo, aunque de igual manera lo haré.

Los muros de mi estudio son grises y tienen ese frío que dejaba tu presencia. El atril aún posee ese perfume tuyo, dulce como la frambuesa, pero que de alguna manera lo siento como agrio como una fruta podrida. Prefiero la hemoglobina.

En las brochas aún se mantienen vestigios de pintura de todas aquellas obras que una vez pinte. Son como los restos del amor seco que conservo por vos. ¿Crees que pueda borrarte con diluyente? El amor siempre deja una mancha indeleble.

Tomo el cuchillo, el pincel que usaré esta noche. Abro una antigua herida al recordarte. De esas heridas que no cierran y luego trazo una línea escarlata sobre el lienzo. No demoro demasiado en una segunda y una tercera. Tus ojos comienzan a vislumbrarse sobre la tela, tu sonrisa, tu propia esencia saliendo de mi cuerpo, porque desde que te conocí siempre te llevé dentro de mí.

Aún hay demasiado trabajo por hacer y mi tiempo comienza a desvanecer. Retuerzo mi mano ensangrentada sobre tu cuello como vos estrangulaste siniestramente mi cerebro. Hundo el puñal en tus ojos de la misma manera que destrozaste mi percepción de lo bueno y moral.

¿Acaso era esto lo que deseabas de mí? Un retrato perfecto de vos.

Río a mi interior y lloro al exterior.Levanto el bastidor y lo cuelgo en una pared. “Oui mon amour”. Este es el arte que me has enseñado a través de los años. Las cenizas blancas de mis recuerdos aún se encuentran en mis manos, pero tienen otro matiz.

¿Cuántos lienzos podré pintar antes de hacerte feliz?

El amanecer está próximo.

Quizás este sea el único.


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